Los trabajos de restauración de la talla del Señor del Santo Sepulcro de Laredo, han dejado al descubierto la policromía original de esta escultura de 1,96 metros, junto con otros detalles ornamentales, que permite datar la misma entre 1570 y 1630, cuando se pensaba que era del siglo XIX. 

Su alta calidad artística y la condición de Cristo articulado, muy poco frecuente a nivel nacional, realzan el valor de un trabajo que requerirá de nuevas investigaciones para poder acotar la autoría, que los expertos relacionan con la escuela de Pablo de Rojas, creador de la estética de la escultura andaluza e influyente en la castellana. 

Así lo han explicado este jueves en la iglesia de Santa María el director del Archivo Histórico de Laredo, Baldomero Brígido, y las restauradoras de la talla Yolanda López y Cristiane Sánchez. Junto a ellos han comparecido el alcalde de Laredo, Ángel Vega, el párroco de Santa María, Romualdo Fernández, y representantes de las familias Camarero, Fernández y Gabiola, que han financiado estos trabajos de restauración de una imagen de cuya custodia se encargan desde 1870. 

Precisamente, son descendientes de estas familias quienes en la actualidad llevan la «urna» -como se conoce popularmente a este paso- durante la procesión de la Soledad del Viernes Santo en Laredo. Hasta los años 60 esta talla protagonizaba el famoso «Desenclavo», en el que, gracias a la condición articulada del Cristo, se le hacía descender de la Cruz envuelto en un sudario. 

El alcalde, Ángel Vega, ha agradecido la implicación de las familias en la restauración, así como la calidad de la misma. «Es el momento de que desde el Ayuntamiento nos impliquemos en investigar el origen y valor real de esta pieza», ha señalado. 

Además se ha congratulado de la coincidencia de esta presentación en una semana en la que Laredo ha sido noticia de la actualidad cultural nacional por la exhibición en el Museo del Prado de la talla de la Crucifixión perteneciente al retablo de la Virgen de Belén. 

Por su parte, el párroco don Romualdo ha expresado su «alegría, sorpresa y gratitud» por todo lo que rodea a una restauración que ha dejado al descubierto la calidad de la talla. Además, ha brindado su apoyo «a todas las iniciativas que redunden en la puesta en valor de nuestro patrimonio religioso». 

En cuanto a los trabajos de restauración, Yolanda López, encargada de su ejecución junto a Cristiane Sánchez, ha destacado que «una de las cosas que llamaba la atención es que presentaba una policromía oscura, lo que hacía sospechar que no era la original». 

La sorpresa llegó cuando los estudios realizados mediante catas evidenciaron la existencia de la policromía original en la totalidad de la pieza, ya que tan alto grado de conservación no es lo habitual. «Lo que estamos viendo es lo que en su día hizo el autor. Ese es su gran valor», ha destacado. 

El director del Archivo, Baldomero Brígido, ha desgranado las características de una talla que destaca por un realce de la anatomía de la figura a través del tratamiento de la potente musculatura. La cabeza adquiere su expresividad en el rostro del Cristo que aparece demacrado, destacando una trabajada barba realizada en mechones largos rizados que acaba partida en la perilla, lo que le aporta personalidad. 

El torso aparece bien tratado en los detalles, así como los brazos, en los que se ven las venas talladas. El paño de pureza es corto y movido, anudándose en la cadera derecha. Está policromado sobre fondo blanco crudo con rayas verticales amarillas. A partir de dichas características, se ubica su factura a finales del siglo XVI. 

Un reciente hallazgo del propio historiador en el Archivo General de Indias refuerza la antigüedad y veneración de la talla. Se trata de un testamento de 1758 en el que se consignaba la donación de 1.090 pesos de ocho cuartos, cinco reales y ocho maravedís de plata antigua «para que se pusiesen a rédito en obsequio del culto y adorno del Santo Sepulcro» de la villa de Laredo. 

El conjunto está tallado en madera de nogal a un tamaño mayor del natural. Los expertos consideran que puede ser obra de un seguidor de Pablo de Rojas. Entre otras curiosidades, destaca el hallazgo de un hueco o repositorio en la cabeza, cuya finalidad podría ser transportar documentos o monedas de forma secreta. Este escondite estaba tapado con un lienzo clavado con tachuelas, y la peluca contribuía a disimular su existencia. 

Respecto a la llegada de la talla a Laredo, una de las hipótesis es la adquisición por una familia y su donación posterior a la iglesia. La otra hipótesis es que la pieza fuera encargada a un escultor por una cofradía en el convento de los franciscanos donde se le rendía culto. Con la desaparición de las cofradías fueron familias laredanas quienes se hicieron cargo de su custodia.

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