Hoy viernes 1 de marzo, se inaugura a las 19:30 horas en La Casa Blanca de la Finca del Marqués de Valdecilla, en Medio Cudeyo, una exposición sobre ‘Los Caprichos’ de Francisco de Goya.

 

 

Coinciden así la personalidad del genial pintor del siglo XIX, opuesto a la sinrazón y los estigmas de la sociedad de su tiempo, y la del mecenas Ramón Pelayo, Marqués de Valdecilla, que confía en la educación, la razón y la ciencia, como motores del cambio para una nueva época.

 

Al cumplirse dos siglos de la aparición de la serie de grabados, se presenta la serie completa integrada dentro de los fondos de la Colección de Arte de Caja Cantabria, en una exposición que se podrá ver hasta el 5 de mayo.

 

El acercamiento de Goya a esta técnica se produce siendo ya pintor de la corte. Según explica la organización de la muestra, copia a Velázquez realizando una interpretación de 16 pinturas del maestro sevillano integradas dentro de la Colección Real y el genial pintor se introduce plenamente en esta nueva técnica investigando en sus posibilidades expresivas del aguafuerte para plasmar con ironía la España de finales del siglo XVIII.

 

Goya encuentra en la estampación la posibilidad de lograr una mayor difusión de su obra y por lo tanto de conseguir la censura moral que con ellos persigue. El dibujo le proporciona la posibilidad de plasmar con desgarradora sinceridad el reflejo de la España que le toco vivir. En 1792 se ha quedado sordo y se encierra en sí mismo, sueños y realidad comienzan a fusionarse en cada plancha. En 1793 termina su primera serie ‘Los Caprichos’, para los que emplea aguafuerte y aguatinta, que ahora se muestra en su integridad.

 

Los ilustrados españoles acogen con entusiasmo los dibujos de Goya. El día 6 de febrero de 1799, aparece publicada en prensa la venta de las 80 estampas de la colección por 320 reales de vellón. En 1803, Goya cede las planchas a la Real Calcografía a cambio de una pensión para su hijo. Sin embargo, la muerte del genial pintor significa el olvido en España de su obra. No ocurre lo mismo en Europa, de modo que en 1825 las planchas se ponen a la venta en París.

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